“El futuro del mundo pende de los niños que van a la escuela”
El Talmud
Cómo será el mundo de tus hijos (Tres mil años AC)
Los documentos escritos más antiguos del mundo fueron descubiertos en la antigua ciudad de Uruk, formando un conjunto de más de mil tablillas y entre esos escritos aparecieron listas de palabras para que se aprendieran de memoria, de esto hace casi cinco mil años. En la antigua cuna de la humanidad ya existían escuelas.
Aquella civilización pensaba y construía su mundo exactamente como nosotros 50 siglos después, sólo tenían el arado, la rueda, y manejaban rudimentariamente los metales, pero su esquema de pensamiento es tan similar que tal vez valdría la pena meter las narices en su mundo para reconocernos a nosotros mismos.
Samuel Noah Kramer en su libro la Historia Comienza en Sumer, nos abre la puerta a su tiempo al narrarnos lo que encontró a su paso por aquella primera civilización humana.
Durante las excavaciones en lo que actualmente es Irak se descubrieron bibliotecas completas en tablillas de barro, mismas que nos llegaron gracias a los trabajo de Kramer, que no solamente las recopiló y las clasificó, sino que en muchos casos el mismo las tradujo, estas tablillas muestran que existía toda una organización del sistema educativo y de sus métodos pedagógicos, se sabe que los niños de aquella lejana primera civilización humana tenían “deberes” que cumplir.
Era un sistema bien planeado, ya que esos alumnos, futuros escribas, eran destinados una parte para el sector público y otros a la vida mercantil de la nación.
Esto es un caso extraordinario porque estamos hablando de la primera civilización humana conocida y su organización corresponde a la misma lógica que la nuestra, más aun si consideramos que por muchos pasajes de la historia estos conceptos se perdieron y que no siguieron una línea continua.
Esto es un caso extraordinario porque estamos hablando de la primera civilización humana conocida y su organización corresponde a la misma lógica que la nuestra, más aun si consideramos que por muchos pasajes de la historia estos conceptos se perdieron y que no siguieron una línea continua.
Aquella escuela no consistía en copiar y repetir, era también un lugar de composición de obras nuevas, ¿Cómo se verían aquellas escuelas?.
Jovencitos con su ropajes blancos, sentados en bancos de madera, escribiendo sobre arcilla blanda, aquellos signos cuneiformes que hoy nos resultan tan fascinantes, esto en un mundo que tan rudimentario, tan básico, de casas de barro, pisos de tierra, cielos azules y tan lleno de sorpresas y magia para aquella primera organización humana.
Fue la necesidad de contar los animales, lo que los llevó a desarrollar la escritura, porque el primer sistema escrito fue pensado para eso, llevar el control de los animales.
Jovencitos con su ropajes blancos, sentados en bancos de madera, escribiendo sobre arcilla blanda, aquellos signos cuneiformes que hoy nos resultan tan fascinantes, esto en un mundo que tan rudimentario, tan básico, de casas de barro, pisos de tierra, cielos azules y tan lleno de sorpresas y magia para aquella primera organización humana.
Fue la necesidad de contar los animales, lo que los llevó a desarrollar la escritura, porque el primer sistema escrito fue pensado para eso, llevar el control de los animales.
Increíble pensar que ya existieran eruditos y hombres de ciencia, con conocimientos en todas las formas del saber en aquellos remotos tiempos y así escribían sobre botánica, teología, zoología, mineralogía, geografía, matemáticas, gramática y lingüística.
Era el origen de un mundo donde el saber estaba ligado a la vida de todos los días, la tierra, el mar, las lluvias o el comercio, una forma de vivir tal vez muy lenta para nosotros, pero que nos refleja el por qué surge la necesidad del saber humano.
Distancias que ahora en un avión nos toman una hora, en aquellos días tomaban semanas y sin embargo, su saber permitía tener control sobre bastos territorios, comunicación, organización social, y un idioma común, aun ante la bastedad de un territorio.
Distancias que ahora en un avión nos toman una hora, en aquellos días tomaban semanas y sin embargo, su saber permitía tener control sobre bastos territorios, comunicación, organización social, y un idioma común, aun ante la bastedad de un territorio.
Cuesta trabajo imaginar que su mundo estaba vivo, tan vivo como el nuestro, lleno de formas y colores, de olor a pan de los hornos, y del bullicio de los hombres en sus labores de comercio y con sus animales.
Lejos, muy lejos de aquellos viejos conceptos escolares que situaban a esta sociedad en una fecha y con una imagen dibujada en una estampa, omitiendo su verdadero valor humano, sus sueños, sus esperanzas, así como los ojitos asombrados de los niños ante el mundo adulto, y los milagros de la naturaleza, tal como podría ser hoy mismo.
Lejos, muy lejos de aquellos viejos conceptos escolares que situaban a esta sociedad en una fecha y con una imagen dibujada en una estampa, omitiendo su verdadero valor humano, sus sueños, sus esperanzas, así como los ojitos asombrados de los niños ante el mundo adulto, y los milagros de la naturaleza, tal como podría ser hoy mismo.
La enseñanza no era obligatoria ni general, y la mayoría de los estudiantes provenían de familias acomodadas, ya que para los pobres era difícil soportar el gasto y el tiempo del aprendizaje.
Según está registrado en las tablillas donde está asentado el nombre del escriba, de su padre y del cargo que ocupaba en la ciudad, y sí todos provenían de las familias más ricas de las comunidades urbanas de aquel tiempo.
¿Cómo eran esas escuelas?
A la cabeza de la escuela se hallaba el ummia, el “especialista”, “el profesor”, a quien se le daba el titulo de “padre de la escuela”.
Al profesor auxiliar se le designaba como “el gran hermano”, y a los alumnos se les llamaba “hijos de la escuela”.
El papel del profesor auxiliar era caligrafiar las tabletas que luego los alumnos volverían a copiar; el maestro auxiliar debía entonces examinar las copias y hacer recitar a los niños aquello que tenían que aprender de memoria.
Al profesor auxiliar se le designaba como “el gran hermano”, y a los alumnos se les llamaba “hijos de la escuela”.
El papel del profesor auxiliar era caligrafiar las tabletas que luego los alumnos volverían a copiar; el maestro auxiliar debía entonces examinar las copias y hacer recitar a los niños aquello que tenían que aprender de memoria.
Existían el profesor de dibujo, el de sumerio y no podían faltar los encargados de cuidar la asistencia y el orden, por supuesto que no había tanto problema si algún niño se hacía merecedor de una buena sesión con el látigo, guardián seguro de la disciplina escolar.
En cuanto a los programas sabemos que estaban divididos en dos partes o secciones principales, la primera daba importancia al aspecto científico y mnemotécnico y la segunda al tipo más literario y creativo.
¿Cómo era la vida del estudiante?
Existe un ensayo, que Samuel Noah Kramer describe como uno de los más humanos, de entre los que han salido a la luz en aquella tierras y que habla de un estudiante, cuya vida no es tan distinta a la de los chicos del siglo XXI, el estudiante en cuestión teme llegar tarde a la escuela y ser castigado por el profesor, y desde que se despierta se apura y apura a la madre para que le tenga listo el desayuno y salir a la escuela.
En este ensayo un profesor comienza con una pregunta directa al alumno
-“¿Dónde has ido desde tu más tierna infancia?”
-El muchacho responde “He ido a la escuela.”
-El autor insiste “¿Qué has hecho en la escuela?” “He recitado mi tablilla, he desayunado, he preparado mi nueva tablilla, la he llenado de escritura, la he terminado; después he iniciado mi recitación y por la tarde, me han indicado mi ejercicio de escritura. Al terminar la clase he ido a mi casa, he entrado en ella, y me he encontrado con mi padre que estaba sentado. He hablado a mi padre de mi ejercicio de escritura, después le he recitado mi tablilla, y mi padre ha quedado muy contento…
Cuando me he despertado, al día siguiente, por la mañana, muy temprano me he vuelto hacia mi madre y le he dicho “Dame mi desayuno, que tengo que ir a la escuela” Mi madre me ha dado dos panecillos y yo me he ido a la escuela. En la escuela, el vigilante de turno me ha dicho “¿Por qué has llegado tarde?” Asustado y con el corazón palpitante, he ido al encuentro de mi maestro y le he hecho una respetuosa reverencia.”
Cuando me he despertado, al día siguiente, por la mañana, muy temprano me he vuelto hacia mi madre y le he dicho “Dame mi desayuno, que tengo que ir a la escuela” Mi madre me ha dado dos panecillos y yo me he ido a la escuela. En la escuela, el vigilante de turno me ha dicho “¿Por qué has llegado tarde?” Asustado y con el corazón palpitante, he ido al encuentro de mi maestro y le he hecho una respetuosa reverencia.”
Pero no se salvó de los latigazos según consta en el texto, porque luego se levantó en la clase y otros más por haber charlado en la misma, rematando con otros más por no haber hecho bien su tarea.
Siendo algo duro para el chico, al volver a casa le insinuó a su padre sobre la conveniencia de ”suavizar” al maestro invitándolo a comer a casa y por supuesto, a través de algunos regalos.
¿Qué sucedió después? El padre invitó al maestro a la casa, lo atendió a cuerpo de rey, le regaló un anillo y el alumno colmó de atenciones al profesor, demostrando todo lo que había aprendido en la escuela. Al final el profesor halaga al alumno, le desea suerte y reconoce en él todas las virtudes que lo llevarán al éxito.
Nada parece haber cambiado cincuenta y un siglos más tarde.
Existe otro pasaje que en su libro, Kramer titula como el primer gamberro o delincuente juvenil y que dice así, “El padre empieza a interrogar al hijo:
- ¿Adónde has ido?
- A ninguna parte
- Si es verdad qué___ o has ido a ninguna parte, ¿por qué te quedas aquí como un golfo sin hacer nada? Anda, vete a la escuela, preséntate al___ , recita tu lección; abre tu mochila, graba tu tablilla y deja que tu___ caligrafíe tu tablilla nueva. Cuando hayas terminado tu tarea y se la hayas enseñado a tu vigilante, vuelve acá, sin rezagarte por la calle. ¿Has entendido bien lo que te he dicho?
- Si. Si quieres lo repetiré.
- Pues ya puede repetírmelo.
- Te lo voy a repetir.
- Di.
- Ya te lo diré.
- Pues dilo ya.”
El chico repite lo dicho por su padre y este le dice de nuevo “Sé hombre, caramba. No pierdas el tiempo en el jardín público ni vagabundees por las calles. Cuando vayas por la calle no mires a tu alrededor. Sé sumiso y da muestras a tu monitor que le temes. Si le das muestras de estar aterrorizado estará contento de ti.”
(Siguen unas 15 líneas destruidas.)
“¿Crees que llegarás al éxito, tú que te arrastras por los jardines públicos? Piensa en las generaciones de antaño, frecuenta la escuela y sacarás gran provecho. Piensa en las generaciones de antaño, hijo mío, infórmate de ellas.”
Es fascinante ver como el padre, tal como ahora sucede se desespera y más adelante ya con dolor y coraje recrimina al joven su irresponsabilidad y le expresa lo siguiente “En mi vida te he ordenado que llevaras varas al juncal. En toda tu vida has tocado siquiera las brazadas de juntos que los adolescentes y los niños transportan…. Nunca te he hecho trabajar el campo….jamás te he dicho ve a trabajar para mantenerme…..tú solo eres hombre cuando quieres llevarme la contra, pero comparado con ellos no tienes nada de hombre….ellos son hijos de padres que hacen trabajar a sus hijos, pero yo…no te hice trabajar como ellos.”
Hoy Sumeria es un mundo olvidado, perdido en las arenas de Iraq, no pudo a pesar de su organización preservarse como una nación al futuro, le sucedería Babilonia y más cercano a nuestro tiempo a Persia, sin embargo, su legado nos hace comprender ese sentido humano del progreso, del bienestar, del amor a los hijos que parece ser parte de nuestra especie, la educación y su importancia, el desarrollo con los ojos puestos en el porvenir.
Si observamos con cuidado, ese mundo es tan similar al que como padre vives con tus hijos, las mismas preocupaciones, los mismos sueños, y el compromiso con el futuro, sin embargo, algo ha cambiado, en el mundo de tus hijos todo es muy rápido y ellos por primera vez en la historia de la humanidad tienen más información que tú, comprenden cosas que tú no has imaginado, su mundo es más amplio en todos los sentidos al tuyo, pero ellos están tan lejos de ti, como jamás lo han estado otras generaciones.
Tú ya no eres el modelo.
Tú ya no eres el modelo.
Son la primer generación en la historia que carecen de un referente para lo que están viviendo y es la única que necesitará que sus padres tengan que reaprender para poderlos apoyar y descubrir juntos un futuro que aparece como fantástico y lleno de posibilidades, pero que exige que sus padres vayan a su lado.
Este es el mundo de tus hijos, ya tienen lo mejor de siglo XXI, ahora falta darles los mejor que toda la historia humana a forjado para ellos y que es el amor, el cuidado, la atención, la cercanía, el contacto humano y el orgullo de ser quienes son, con una historia, un pasado como grupo, como familia, como individuos, en pocas palabras, con un sentido de pertenencia.
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